mercoledì 23 settembre 2009

"In certo modo un Pertile ante litteram"[i]

Articulo publicado en el sitio argentino

Opera del Buen Ayre,
http://www.operayre.com.ar/

http://www.operayre.com.ar/libros/primero/untitled.htm

"MARIO TIBERINI, tenore (1826-1880) Una gloria marchigiana del passato", por Giosetta Guerra (Ed. Associacione Musicale Mario Tiberini - San Lorenzo in Campo (PU), 394 paginas - 2005)
César A. Dillon,
Buenos Aires, marzo de 2006

No es muy abundante la bibliografía especializada relativa a los cantantes líricos de mediados del siglo XIX. Cierto es que existen trabajos sobre algunas de las "prime donne" mas relevantes (Malibran, Pasta, Patti, Lind, Grisi) y respecto de algunas voces masculinas, -y hablemos de tenores en este caso- sobre Rubini, Mario y Duprez, pero también la ausencia de nombres como Nourrit, Tamberlick, Mirate y Fraschini[ii], y otros, revelan las dificultades que encuentra el historiador al transitar un terreno cada vez mas alejado de nuestra época. De allí que este excelente trabajo -adelantamos nuestra opinión- sobre Mario Tiberini, deba ser recibido con justificado aplauso. En cierto sentido podemos tomarlo como una continuación, dentro del arco de la voz tenoril, del libro sobre Carlo Guasco (1820-1876), aparecido no hace mucho[iii]
Tampoco es de extrañar que, entre nosotros, el nombre de Enrico Tamberlick (1820-1889) tenga especial resonancia, por su presencia en aquella lejana Traviata de 1857 que inauguró el Antiguo Teatro Colón mientras que el de Mario Tiberini permanezca en en casi absoluto desconocimiento. Y sin embargo fueron exactamente contemporáneos, a más de unirlos el protagonismo de un personaje de la ópera: el Don Álvaro de La forza del destino de Verdi, creado por Tamberlick en su versión original (San Petersburgo 1862), y por Tiberini en su revisión final (Scala de Milán, 1869).
Pasada su infancia y dejada de lado una inicial inclinación de dedicarse al sacerdocio, Tiberini realizó estudios de canto, e hizo un temprano debut en el Teatro Argentina de Roma en octubre de 1851 en Semiramide (Idreno). Allí su carrera tuvo una pausa, no sabemos el motivo, aunque podría haber sido el deseo de perfeccionar sus estudios, hasta retornar a la escena un año después, con unas pocas actuaciones en Nápoles y luego en Palermo (Beatrice di Tenda, Macbeth, Marta, Don Pasquale, etc).
Razones que no han podido ser aclaradas, pero debió haberlas, y aquí las especulaciones de nada sirven, llevaron a nuestro tenor a dejar no ya Italia, sino la misma Europa, para continuar su carrera por espacio de cuatro años, desde 1854 a 1858, primero en las islas del Caribe (Jamaica, Puerto Rico, Cuba), luego por toda la zona este de los Estados Unidos (Filadelfia, New York, Boston, Baltimore, Rochester, etc) llegando hasta Chicago, y en el sur hasta New Orleáns, y luego cruzó el Caribe, visitando Caracas.
En esos cuatro años formó la base de su repertorio: Lucia di Lammermoor, Il trovatore, Rigoletto, La traviata, Il barbiere di Siviglia, Lucrecia Borgia, La favorita, La sonnambula, La figlia del reggimento, Linda di Chamounix, Otello (Rossini), Ugonotti, y otras óperas de la época.
Regresa a Italia y ofrece un concierto en su ciudad natal -única oportunidad en que sus conciudadanos escucharán su voz- para partir de inmediato hacia Barcelona donde pasa el año siguiente como divo exclusivo del Teatro del Liceo, ciudad en la que contrae matrimonio con la soprano Angiolina Ortolani, que de allí en adelante lo acompañará en el escenario.
Será recién en los últimos meses de 1859 que finalmente Tiberini comienza el periplo por los teatros líricos de su tierra para convertirse en una de las principales figuras de su cuerda de la época, y ya en octubre de ese año se presenta en la Scala de Milán en el personaje de Corradino de la Matilde di Shabran de Rossini, obra que permanecerá como su más notable creación. De allí en mas el libro de Giosetta Guerra nos lleva en forma ampliamente documentada a través de una carrera que no conocerá declinaciones por toda Italia y por los centros líricos mas importantes de la época, Londres, Madrid, París, Lisboa, Viena, etc.
El 27 de febrero de 1869, en la Scala de Milán recrea el arduo personaje de Don Álvaro en el estreno de la versión definitiva de La forza del destino de Verdi. Un mes después Tiberini llevaba al éxito el Ruy Blas de Marchetti en su estreno mundial en el mismo escenario. Fue el último de los 17 estrenos en que participó en su camino por las escenas líricas. Estas dos fulgurantes premieres que habrían de dejar su nombre en la historia de la interpretación lírica, señalan el punto culminante de la carrera de Tiberini. Le siguieron unos pocos años mas en que sus actuaciones en la escena se hicieron paulatinamente mas espaciadas[iv].
No pudo gozar de un feliz retiro, ya que, afectado de trastornos mentales debió ser internado en una clínica neuropsiquiátrica de Reggio Emilia y allí fallece, muy joven aún, a los 54 años de edad. Un hermoso mausoleo guarda sus restos en el Cimitero Monumentale de Milán.
Esenciales resultan los capítulos del libro destinados a analizar la vocalitá[v] de Tiberini, que, formado como tenor de línea de canto de las primeras décadas del siglo XIX se adaptó al cambio que le imponían las partituras del romanticismo. No en vano Celletti, posiblemente el mas notable estudioso del arte vocal italiano lo definió como "raro caso di coesistenza d'un virtuosismo d'autentico stampo rossiniano con una spiccata sensibilitá romantica"[vi]
Y aquí tenemos que señalar el porque del recuerdo de una figura que tenemos mucho mas cercana en el tiempo: Aureliano Pertile. A él ha sido reiteradamente paragonado el arte de Tiberini, ya que como en el caso del tenor de Montagnana, la voz de su predecesor no era tímbricamente bella, y poseía características guturales, pero comparten ambos el calor y la expresividad en el canto, lo que en su idioma se llama "el rilievo de "la parola cantata" o "la parola scenica" No en vano Verdi que tuvo a su cargo personalmente varios de los ensayos de la revisión de La forza del destino, habría de calificar a Tiberini con solo dos adjetivos: "superbo" y "sublime"[vii]
Las numerosas opiniones de los contemporáneos del tenor que contiene el libro (Verdi, Ricordi, entre otras), no hacen más que lamentar que la invención del fonógrafo debiera esperar aún dos décadas
El libro de Giosetta Guerra esta enriquecido por una extraordinaria cantidad de ilustraciones, estimamos en más de doscientas las reproducciones de grabados, fotografías, locandine, programas, crónicas, documentos de toda índole que adornan este libro, presentadas esmeradamente. Causa envidia que los archivos de la península itálica hayan guardado esa notable cantidad de material impreso que permite al lector acercarse vívidamente a aquellos lejanos años. Como es ya esencial en un libro de esta índole, se completa con una detallada cronología de las actuaciones de Tiberini, tablas estadísticas, repertorio, e índices.
En definitiva un libro de lectura necesaria para quienes se interesen en la historia de la ópera, y en especial en la de sus creadores.
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[i] Giorgio Gualerzi en: "La forza del destino: Il cammino dell'opera" en Bolletino dell'Istituto di Studi Verdiani, Parma, Vol. II, pag. 883 (1966).
[ii] Gaetano Fraschini creó los personajes de su cuerda en tres óperas de Verdi: La battaglia di Legnano.(Arrigo), Stiffelio (protagonista) y Un ballo in maschera (Riccardo) Sobre este tenor, muy admirado por Verdi, existe un breve trabajo en OPERA (GB) Junio de 2000 pag. 649, con firma de Giancarlo Landini."Fraschini - tenor without heírs?
[iii] Carlo Guasco, un tenore per Verdi, de Giorgio Appolonia, Ed. EDA, Torino, 296 pags. (2001). Guasco fue el creador de Ernani, Foresto (Attila) y Oronte (I lombardi alla prima crociata).
[iv] Verdi había pensado en Tiberini para el estreno scaligero de Aida en 1872, lo que no se concretó.
[v] Utilizamos el término italiano por considerarlo más correcto sobre el tema.
[vi] Rodolfo Celletti "Voce di tenore", Ed. Idea Libri, Milán, 1989 (pags 160/5)
[vii] Cartas del compositor a Arrivabeni, Piroli y Escudier del 1 y 2 de marzo de 1869 citadas por Franco Abbiatti en su monumental "Giuseppe Verdi " Ed. Ricordi (1959), tomo III, pags. 252/253

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